Siempre pensé que todo era finito. También tus brazos. Y los suyos. Solo quedaban los hilos de sus voces tendidos en la semipenumbra, y con tanta debilidad que apenas brotaban. Quedaban las dudas, las de la tarde. ¿O quizá las del amanecer o las de la noche?
Esa noche esa estrella se apagó. Aquella que, absurdamente, compartí contigo. Las estrellas que vimos nacer, al anochecer, estaban muertas desde hacía cien años. Haciendo el amor con una luz, olfateando la ausencia de todos las almas que nos rodeaban, sonó el timbre de aquella vieja casa, tragando y escupiendo esas sombras. Solo habia apariciones y desapariciones instantáneas.
No sé en qué sentido hemos hablado de todo. Quizá fueron las dudas y el temor las que nos hicieron volver la cara como estúpidos, mirando en varias direcciones y no mirando nada en concreto.
Imposibilidades
Hace 5 semanas
1 comentario:
Me ha gustado ese texto si señor!
un saludo!
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