sábado, 27 de diciembre de 2008

Cosas de negros

Automóviles imbatibles, jabones prodigiosos, perfumes excitantes, analgésicos mágicos: a través de la pantalla chica, el mercado hipnotiza al público consumidor. A veces, entre aviso y aviso, la televisión cuela imágenes de hambre y guerra. Esos horrores, esas fatalidades, vienen del otro mundo, donde el infierno acontece, y no hacen más que destacar el carácter paradisíaco de las ofertas de la sociedad de consumo. Con frecuencia esas imágenes vienen del Africa. El hambre africana se exhibe como una catástrofe natural y las guerras africanas no enfrentan etnias, pueblos o regiones, sino tribus, y no son más que cosas de negros. Las imágenes del hambre jamás aluden, ni siquiera de paso, al saqueo colonial. Jamás se menciona la responsabilidad de las potencias occidentales, que ayer desangraron al Africa a través de la trata de esclavos y el monocultivo obligatorio, y hoy perpetúan la hemorragia pagando salarios enanos y precios de ruina. Lo mismo ocurre con las imágenes de las guerras: siempre el mismo silencio sobre la herencia colonial, siempre la misma impunidad para los inventores de las fronteras falsas, que han desgarrado al Africa en más de cincuenta pedazos, y para los traficantes de la muerte, que desde el norte venden las armas para que el sur haga las guerras.

Y es que una vez más podría afirmar que el que no tiene ideales es solamente un mueble en el escenario del mundo...

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La voz dormida.

" Ya se había acostumbrado a hablar en voz baja, con esfuerzo, pero se había acostumbrado. Y había aprendido a no hacerse preguntas, a aceptar que la derrota se cuela en lo hondo, en lo más hondo, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Tenía hambre, y frío, y le dolían las rodillas, pero no podía parar de reír. Reía. Reía porque Elvira, la más pequeña, había rellenado un guante con garbanzos para hacer la cabeza de un títere, y el peso le impedía manipularlo. Pero no se rendía. Sus dedos diminutos luchaban con el guante de lana, y su voz, aflautada para la ocasión, acompañaba la pantomima para ahuyentar el miedo.
El miedo de Elvira. El miedo de Hortensia. El miedo de las mujeres que compartían la costumbre de hablar en voz baja. El miedo en sus voces. Y el miedo en sus ojos huidizos, para no ver la sangre. Para no ver el miedo, huidizo también, en los ojos de sus familiares. "

martes, 9 de diciembre de 2008

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Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú; en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria; la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar; seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.



Eduardo Galeano

jueves, 4 de diciembre de 2008

¿Y ahora?

" Y ahora, José? La fiesta acabó, la luz se apagó, la gente se fue, la noche enfrió, ¿y ahora, José? ¿y ahora, tú? tú que eres sin nombre, que te burlas de otros, tú que escribes versos, que amas, protestas, ¿y ahora, José? Estás sin mujer, estás sin discurso, estás sin cariño, no puedes beber, no puedes fumar, escupir no puedes, la noche enfrió, el día no vino, no vino el tranvía, la risa no vino ni vino la utopía, y todo acabó y todo escapó, todo enmoheció, ¿y ahora, José? ¿Y ahora, José? Tu dulce palabra, tu instante de fiebre, tu gula y ayuno y tu biblioteca, tu mina de oro, tu terno de vidrio, tu incoherencia, tu odio - ¿y ahora? Tal vez si gritases, tal vez si gimieses, tal vez si tocases algún vals vienés, tal vez si durmieses o si te cansases o si te murieses...Pero no te mueres, Aguantas, José! Solo allá en lo oscuro como bestia agreste, ya sin teogonía, sin pared desnuda para recostarte, sin caballo negro que huya al galope, caminas, José! José, ¿para dónde? "


Carlos Drummond de Andrade